El silencio de las urnas: cómo el ausentismo se convirtió en el voto más poderoso de la Argentina

El oficialismo libertario celebró un triunfo histórico en las urnas, pero detrás de los festejos se escondió un dato inquietante: la ausencia de millones de votantes. Entre la decepción económica, la fatiga política y la falta de representación, el ausentismo se consolidó como la nueva forma de protesta ciudadana.

En la noche del 26 de octubre, bajo las luces del Hotel Libertador, Javier Milei levantó los brazos y proclamó el “punto bisagra” de su gobierno. Con el 40,66% de los votos, La Libertad Avanza (LLA) arrasó en las elecciones legislativas y se impuso en 16 de las 24 provincias, incorporando 64 bancas en Diputados y consolidando su mayoría.
Sin embargo, detrás de los aplausos y los cánticos libertarios, una cifra resonó con más fuerza que cualquier victoria: 11,5 millones de argentinos no fueron a votar.

Fue el ausentismo más alto desde 1983, con una participación de apenas 67,85%, lo que equivale a un vacío cívico sin precedentes. En ese silencio colectivo, más que apatía, se esconde una advertencia: un voto ausente que cuestiona a todo el sistema político.

El voto que no se emite: una rebelión muda

En Villa Lugano, Juan, comerciante de 42 años, lo resume con crudeza:

“En 2023 voté a Milei para sacudir todo; esta vez me quedé en casa. Nada sacude los precios.”

Como él, millones decidieron ausentarse. Según el Observatorio de Calidad Institucional (OCI) de la Universidad Austral, el 65% de los ausentes fueron jóvenes y sectores medios urbanos, el mismo núcleo que impulsó a Milei al poder en 2023.

El desencanto tiene raíces económicas. La inflación anual ronda el 50%, la pobreza bajó al 31,6% —gracias a un ajuste que licuó ingresos—, y el consumo cayó 15% interanual, con desplomes del 20% en alimentos y bebidas, según CAME. La estadística mejora, pero la heladera se vacía.

De la euforia libertaria al voto huérfano

Pese al triunfo, LLA perdió 4,7 millones de votos respecto al balotaje de 2023. Parte de ellos migró hacia nuevas fuerzas provinciales, como Provincias Unidas de Juan Schiaretti, o hacia figuras liberales disidentes como Ricardo López Murphy. Pero la mayoría, simplemente, no fue a votar.

Los escándalos financieros del “memecoin $LIBRA”, la recesión, y la frustración con las promesas incumplidas erosionaron la épica libertaria. El propio Milei lo reconoció ante sus seguidores:

“El cambio no es fácil, pero inevitable.”

Su aprobación cayó del 60% al 45%, según el CELAG, mientras los indicadores sociales muestran que la calma fiscal no llega al plato.

El derrumbe del peronismo

Del otro lado de la grieta, Fuerza Patria (FP) también sufrió su peor resultado en cuatro décadas: 31,67% de los votos, casi 4 millones menos que en 2023.
Con Cristina Kirchner recluida y Axel Kicillof enfrentado a su propio espacio, el peronismo perdió conexión territorial y narrativa.

“Seis de cada diez dijeron no con su ausencia”, admitió Kicillof desde La Plata.

La falta de liderazgo, la fragmentación interna y el agotamiento de un discurso centrado en la defensa del pasado sellaron el retroceso.

Economía: el equilibrio que no se siente

El déficit cero fue el eje del programa libertario. El FMI celebró un superávit primario del 1,6% del PBI, pero el ajuste dejó un costo social alto: desempleo del 12%, salarios en retroceso y consumo deprimido.

El economista Juan Carlos de Pablo advierte que el equilibrio fiscal “es necesario, pero insuficiente”:

“Sin inversión productiva ni reformas laborales que incentiven empleo formal, la recuperación no llegará a los hogares.”

El FMI también corrigió a la baja su proyección de crecimiento al 3% para 2026, instando a Milei a profundizar reformas estructurales.

Una sociedad que dejó de creer

El resultado de octubre no se explica solo en cifras electorales, sino en un vacío emocional y político: una ciudadanía agotada que ya no confía ni en redentores ni en siglas partidarias.

El ausentismo de 2025 fue más que desinterés: fue una forma de protesta silenciosa, una rebelión sin pancartas que atraviesa ideologías.
En esa ausencia, el país dejó un mensaje claro: las urnas hablaron, pero el poder aún no escuchó.

Epílogo: el eco del 2027

El triunfo libertario, el derrumbe peronista y el voto ausente forman parte de una misma narrativa: la Argentina de la desafección política.
El desafío no será solo gobernar con números, sino reconstruir el vínculo roto entre ciudadanía y representación.

El silencio de las urnas fue, quizás, el grito más fuerte de la democracia argentina desde 1983.
La pregunta que queda abierta es quién logrará escucharlo —y con qué proyecto— antes de 2027.