La vacuna argentina Cecilia Grierson ya está en etapa pre clínica

ARVAC Cecilia Grierson. La vacuna argentina para covid-19, que se encuentra en etapa de desarrollo preclínica, ya tiene nombre. El de la primera médica argentina. Un equipo del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la Universidad de San Martín y de CONICET, que lidera Juliana Cassataro, terminó en diciembre con los ensayos de laboratorio y desde entonces llevan adelante negociaciones con una empresa nacional para empezar con las fases posteriores, que requieren mayor financiamiento, todo con la participación del Ministerio de Ciencia y la Agencia Nacional de Promoción Científica.
Juliana rechaza la idealización, considera un engaño pintar mundos perfectos. “Poné la verdad. Que no soy ninguna perfecta, que soy tremenda, que soy exigente”, pide al final de una conversación con Las12 sobre el proyecto que hoy ocupa la mayor parte de sus días, el feminismo y su historia. Obtener una vacuna argentina es una cuestión de soberanía, una decisión estratégica, y ella lo defiende a puro trabajo. Sus dos hijas adolescentes se las arreglaron solas con la organización de la casa durante los meses que la investigación se llevó muchas horas diarias.
“La otra cosa que te voy a contar, que te va a encantar, es que mi tatarabuela es una de las primeras feministas de la Argentina. Eso lo descubrimos hace dos años, se llama María Abella y es una de las primeras periodistas de La Plata”, cuenta sobre su linaje. Juliana nació en 1974. Junto a su hermana Rosana -a la que nombra varias veces- estuvieron secuestradas 46 días desde el 6 de diciembre de 1977, cuando su papá y su mamá, Héctor y Alicia, fueron desaparecidos por fuerzas conjuntas de seguridad en Tres de Febrero. Las encontró su abuelo paterno en la Casa del Niño, en La Plata. Juliana es reacia a mezclar los temas, prefiere separarlos, aunque las preguntas resultan insoslayables. “Yo nunca quise ser una víctima», dice conmovida y un rato después abunda: «Y por eso es casi todo lo que hago”.
Casi antes de empezar, Juliana se define como “lo contrario de la heroína”. “Siempre trato de desmitificar, decir que no salen todas las cosas bien. Cuando vos pensás que todo es perfecto, es muy difícil encontrarte con la realidad de todos los días. Por lo menos para mí, con mi personalidad es mucho mejor saber que no voy a poder o que algo no va a funcionar. Entonces trabajo. Cuando uno transmite sólo discursos de que todo es fácil, de la heroína perfecta, de madre perfecta o de trabajadora perfecta, eso después en la realidad del día a día es terrible, porque uno solo siente que es uno el que no puede, porque tiene una falla”, plantea sobre las dificultades cotidianas que significa proponerse un objetivo difícil –como lograr una vacuna argentina—y llevarlo adelante.
Juliana subraya que el trabajo por la vacuna se realiza en equipo. “No te olvides de nombrar a la doctora Karina Pasquevich, doctora Lorena Coria, técnica, Laura Bruno, doctor Diego Alvarez, doctora Eliana Castro, licenciado Lucas Saposnik y licenciada Celeste Pueblas”, manda un whatsapp tras la entrevista.
Tiene dos hijas, de 14 y 17 años. “Eso es la gran diferencia. La pandemia me agarró casi en el mejor momento, porque ellas se organizaban solas, yo iba a trabajar todos los días y ellas estaban acá, se hacían las comidas. Y, además, justo por ser adolescentes, la diferencia es que cuando empiezan a ir al colegio, yo pienso dónde están, qué colectivo tomaron. En cambio, durante la pandemia estaba sabiendo que estaban encerradas en casa, las pobres, y yo estaba re tranquila en el trabajo. Entonces, también me hizo estar súper concentrada. Volvía y sabía que estaban las dos ahí, con las consecuencias que tiene para ellas haber estado así, encerradas. Se organizaron bárbaro. Mi marido también trabajaba todo el día, así que ellas dos se hacían la comida, limpiaban, todo…», relata.
–Si tus hijas hubieran sido más chicas, habría resultado más difícil…
–En el grupo nos pasó. Una cosa que se discute mucho de nuestro grupo, que todo el mundo destaca, es que son mayoría mujeres y yo siempre digo que en ciencias biológicas y ciencias médicas, nuestro grupo representa lo que pasa en general. La mayoría de los becarios y las becarias son mujeres. Lo que no pasa es que no están en la mayoría de los puestos de liderazgo, ahí se invierte la proporción. Lo que llama la atención es eso, no es que seamos tantas mujeres. Pero es inevitable que lleguemos. La palabra es inevitable. Porque somos tantas que es una fuerza ya imposible de parar.
Más tarde, Juliana vuelve sobre el tema. “Yo tuve la suerte de que me agarró la pandemia en este momento, pero las chicas del grupo no. Lorena tiene un nene de un año y medio, los de Carina tienen creo que 5 y 8. Laura tiene un nene de 5 años y medio. Ellas fueron a trabajar desde el día cero, todos los días, sin parar. Con marido, sin marido. Los maridos ayudaron muchísimo, seguro, pero todas lo resolvieron y fueron a trabajar”, destaca.
–¿La maternidad te hizo ver las inequidades en la carrera científica?
— Es verdad, yo hasta el momento de tener mis hijas pensaba que era lo mismo, que yo no tenía ningún tipo de cuestión de género que me cambiara mi trabajo, y es verdad que cuando nacieron mis hijas, bueno, al otro día de que nació, una se da cuenta de que ahora no puede ir a trabajar. Es increíble, porque mi mente realmente no estaba preparada. Yo no sé qué pensaba, por ahí porque yo no tenía ningún formato, no había escuchado. Cuando yo di mi tesis doctoral, estaba de ocho meses y medio. No había armado el bolso hasta el otro día. Nadie me estaba diciendo “mirá que ahora tu vida cambió”. Lo fui viviendo con la práctica, con lo que me fue pasando. Y siempre fui muy exigente con el trabajo, y al día de hoy lo soy. Esto lo hablé en una charla de feminismo. Nosotras tenemos todos los derechos, pero tenemos que también saber que al no estar en el trabajo, perdemos. Tenemos que tomar como un gran derecho poder estar ahí. Si una quiere estar ahí, ese es el tema muy complicado para el liderazgo. Una reivindicación importante, o algo a que luchar, para mí, es que la licencia por maternidad sea obligatoria para los dos sexos. No sólo tener la licencia, sino que sea obligatorio que la tomen ellos también, entonces ahí sería igualitario.
–¿Cómo nació el proyecto de desarrollar una vacuna propia?
–Cuando empieza la pandemia, nos llamaron desde el Ministerio de Ciencias a todos los investigadores con este problema. En esa primera reunión, lo que necesitaba Argentina muy rápido era test de diagnóstico porque no había. Se habló de eso y se habló de vacunas. Yo siempre trabajé en vacunas, en desarrollo de vacunas, compuestos para la administración de vacunas. Desde mi tesis doctoral hasta el día de hoy, en diferentes tipos de vacunas, contra la brucelosis y contra otras enfermedades infecciosas. Nuestro grupo siempre trabajó en estos temas. La verdad es que en ese momento no se sabía mucho del virus. Yo iba a trabajar en lo que fuera para aportar. Había que hacer diagnóstico, estábamos todos tratando de ver en qué podíamos ayudar, si bien ese era nuestro expertise, no propuse una vacuna porque una sabe que es un proyecto que necesita mucho financiamiento, muchos recursos, puede ser a largo plazo. Ni me animé a poner eso sobre la mesa. Sí dije “para cualquier cosa que necesiten, nosotras somos inmunólogas, así que si hay que poner a punto técnicas… bueno, trabajemos en lo que haya que trabajar”.
Pero después se abrió el llamado a Proyectos covid, y ahí eran estrategias para covid. Y la verdad es que nosotras pensamos en qué podemos ayudar. Sí ahí era nuestro expertise. Ahí sí propusimos un proyecto para generar las herramientas para desarrollar una vacuna. No pusimos humildemente desarrollar una vacuna, porque para eso se necesitaba mucho más financiamiento del que se daba en ese subsidio. Y mucha más gente, pero bueno, sí de cómo generar las herramientas, que en ese momento no había, para hacer estudios para una vacuna. Estudios de respuesta inmune en ratones, producir las proteínas recombinantes en laboratorio, todas las cosas que hicimos… Probamos diferentes prototipos todo el año pasado, tratando de buscar en ese momento cuáles eran las capacidades de Argentina, dónde se podía producir eso. Porque realmente nunca lo pensamos a ese proyecto desde un trabajo de paper, sino en qué cosas se podían hacer en la Argentina. Creamos las herramientas para estudiarlo y, acompañados por la Agencia Nacional de Promoción Científica y el Ministerio de Ciencia, en reuniones con diferentes laboratorios, para ver quiénes podían empezar a producir el prototipo y más o menos en diciembre empezamos a trabajar con una empresa argentina, que están produciendo los prototipos que nosotros encontramos en el laboratorio y empezando a ver cómo se escala y se produce. Cuando se termine la fase preclínica, con ensayos de toxicidad y cosas que se piden, se podrá empezar una fase uno en humanos, lo más pronto que se pueda. Para eso también se requiere mucho más financiamiento del que tenemos y eso es lo que estamos tratando de buscar.
Fuente: Pagina/12