Desafíos de la salud mental postpandemia: voces adolescentes piden ayuda

La Defensora de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes revisó la situación de la salud mental de los jóvenes durante los últimos tres años. La falta de gabinetes en colegios fue el principal reclamo.

La pandemia modificó todo lo que existía. Trabajos, hábitos, saludos, maneras de estudiar, de relacionarse, lecturas políticas, formas de reunirse, y una larga lista de interacciones más.

La salud física pasó a un primer plano dejando, en muchos casos, factores desatendidos detrás de lo urgente. La salud mental tomó relevancia, pero fue parte también de los ejes secundarios: encierro, aislamiento y preocupación no son una buena combinación y, si a eso le sumamos infancia y adolescencia, el panorama se torna, al menos, problemático.

Una vez superado, entonces, el año más intenso de la pandemia, la salud mental apareció como un tópico que debía atenderse y, en línea con esto, la Defensora de los Niños, Niñas y Adolescentes realizó una revisión del período 2020-2023 para repasar acciones, determinar falencias y definir objetivos a corto y largo plazo para ese sector de la población.

Medicación e internaciones

Uno de los primeros llamados de atención del informe es al respecto de la falta de gabinetes psicopedagógicos en las escuelas o, cuando sí los hay,  la falta de contención a las personas y sus familias desde estos espacios.

Además, la Defensora resalta que la mayor demanda pospandemia de profesionales especializados, y la falta de los mismos, llevó, muchas veces, a la “medicalización” de padecimientos que requieren contención emocional

Con respecto a esto, se desarrolla que esta práctica es preocupante ya que “pone en riesgo de acallar el llamado de atención o el pedido de ayuda que los genera sin resolver el problema de base. Que un niño esté triste o angustiado no significa que está deprimido. Que una niña esté inquieta y desatenta no significa que tenga un trastorno por déficit de atención”.

La falta de profesionales lleva a la medicalización de padecimientos que requieren contención emocional.

Se hace hincapié en que, en los lugares de alojamiento de niñas, niños y adolescentes con padecimientos mentales, la medicación sostiene “lógicas de control de los cuerpos más que de cuidados, protección y promoción de derechos”.

En línea con esto, el informe resalta que es necesario transformar el sistema de atención y cuidados en salud mental, sobre todo, fortaleciendo el primer nivel de atención, para asegurar internaciones breves y de calidad en hospitales generales, y garantizar acceso, calidad y equidad para toda la población.

Acceso a la atención

Además de las problemáticas planteadas cuando efectivamente se brinda la atención, el informe desarrolla las barreras que existen para acceder al sistema. Por ejemplo, los jóvenes resaltaron el trato discriminatorio por cuestiones socioeconómicas y la negativa que reciben a brindarles atención sin la presencia de una persona adulta, lo que implica el no respeto a su autonomía progresiva (figura contemplada en el Código Civil y Comercial de la Nación, que presume que el adolescente entre 13 y 16 años tiene aptitud para decidir por sí respecto de aquellos tratamientos no invasivos).

Según el informe, los adolescentes expresaron que no hay suficientes equipos públicos específicos para ellos, en los hospitales, los centros de salud comunitarios y en las escuelas, lo que dificulta llegar a tener un tratamiento adecuado.

Para resolver estas falencias, la Defensora insta, a los gobiernos de todos los niveles, entre otras recomendaciones, a tomar acciones que promuevan un sistema de salud organizado en torno a la estrategia de atención primaria de la salud, que incluya la salud mental. También que impulsen la formación de profesionales en buenas prácticas de salud mental comunitaria; que busquen evitar las institucionalizaciones prolongadas de niñas, niños y adolescentes con padecimientos mentales. Además, recomienda regular el funcionamiento de las instituciones de alojamiento de niñas, niños y adolescentes con padecimientos mentales, acorde a estándares de derechos humanos.

¿Por qué piden ayuda?

Entre las principales causas por las que este grupo etario busca ayuda profesional se encuentran el consumo problemático y el suicidio.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que esta última es la segunda causa principal de muerte a nivel mundial entre adolescentes y jóvenes de 15 a 29 años. En 2018 la EMSE advirtió que 1 de cada 6 estudiantes tuvo un intento de suicidio.  La discriminación y la estigmatización aumentan estas probabilidades. 

En sumatoria, en el caso del intento de suicidio y las autolesiones suelen darse ciertas estigmatizaciones que generan que no se establezca contacto con los servicios de salud ni busquen ayuda profesional. También, que no logren integrarse nuevamente a la vida social después de haber recibido tratamiento, empeorando así su situación, lo que puede llevar a repetir el cuadro.

Con respecto al consumo problemático, la defensoría remarca la necesidad de salir del paradigma punitivo en relación al consumo de sustancias y asumir un modelo psicosocial con eje en el sujeto. De esta manera, se definen los conceptos de uso, abuso y adicción, reconociendo como problemáticos a los últimos dos.

Un estudio realizado en la provincia de Buenos Aires por la Dirección Nacional del Observatorio Argentino de Drogas (DNOAD) advierte que de los consumos predominantes en estudiantes de nivel secundario son el alcohol, y detrás se encuentra el tabaco y la marihuana.

A futuro

Si bien la Ley Nacional de Salud Mental avanzó con la promoción y atención de la salud mental del mundo adulto, carece de perspectiva respecto de los derechos de niñez y adolescencia, siendo solo mencionados los ciudadanos y ciudadanas menores de edad en un artículo (artículo 26) respecto a las internaciones involuntarias.

La Defensora concluye que es necesario y fundamental generar de manera definitiva y efectiva la transformación del sistema de atención y cuidados en salud mental, fortaleciendo el primer nivel de atención y promoviendo y asegurando la especificidad en niñez y adolescencia en cada espacio de atención primaria de la salud.

Además, apela a la sociedad en su conjunto para promover un cambio cultural, mediante la prevención y el tratamiento de niñas, niños y adolescentes con padecimientos mentales o consumos problemáticos, sin estigmatizaciones ni discriminación.