Nuevos desafíos, nuevas herramientas

Por Claudio Rosso*

Los problemas que presenta la economía argentina no son un secreto para nadie, aunque no son los únicos aquí van tres de ellos: mucha deuda externa, aumento de la pobreza y alta inflación.

La persistencia -y crecimiento- de los indicadores relacionados con estas tres cuestiones, sin lugar a dudas, han generado una sensación de que “algo grave” puede suceder en amplios sectores de la población. Así desde la economía se realimenta la desconfianza de la población con la política, tanto como un dolor de estómago que perdura (y nadie consigue curar) genera desconfianza con la medicina tradicional. Qué podría ser ese “algo grave” a ciencia cierta no lo sabemos, pero abarca un arco muy amplio… desde hiperinflación en el ámbito puramente económico trastocando nuestras vidas en muchos casos para siempre, hasta renuncias y cambios políticos e institucionales no previstos ni deseables dada la proximidad de las PASO. Desorientan entonces las imágenes de restoranes llenos, las abultadas cifras del turismo local o canchas de fútbol y recitales con estadios a reventar como contracara a todos aquello.

Vale una declaración del Ministro Lammens de un tiempo atrás en el sitio web del gobierno: «Los números son muy auspiciosos. Ya no estamos hablando de una recuperación del sector turístico sino de un crecimiento».

Estamos frente a un una contradicción insalvable e inexplicable? Deberemos recurrir a un chamán o adivinador para decir algo sensato sobre el tema? Puede el sector servicios revertir tendencias negativas en la macroeconomía y convertirse por sí mismo en motor del crecimiento económico?

Las explicaciones abarcan un arco muy amplio, desde aquellos que sostienen que en el neoliberalismo el sector servicios es fundamental, hasta los expertos en marketing que hablan del “consumo revancha” como todo aquello que se gasta hoy dada la imposibilidad de ahorrar para planificar el futuro más todo lo que no se pudo consumir en la pandemia. Sin dudas nos quedamos con gusto a poco con cualquiera de estas explicaciones.

Hay otras aristas que conviene abordar, a primera vista pareciera que la inflación no permitiría hablar del efecto-ingreso. Tal efecto consiste en algo casi obvio: a medida que cambia el ingreso de los consumidores cambia la demanda de bienes y servicios. Aunque parezca una superficialidad si aumenta el ingreso de la población aumentaría la demanda de bienes y si disminuye el ingreso disminuiría la demanda. Pero –y esto ya no es tan obvio- la demanda de todos los bienes no aumenta igual al aumentar el ingreso, si al aumentar el ingreso aumenta la demanda de bienes tenemos efecto-ingreso positivo, esto sucede con los llamados bienes normales. Los bienes normales son los bienes de lujo y los bienes de primera necesidad de primeras marcas, responden de manera esperada a la variación del ingreso.

Por lo contrario si el ingreso aumenta pero la demanda disminuye tendríamos efecto-ingreso negativo, es lo que sucede con los bienes inferiores, por ejemplo bienes de muy bajo precio como fideos de segundas marcas, etc. Apenas mejora el ingreso los consumidores buscan un sustituto de mejor calidad y desciende su consumo, es decir que no responden de la forma esperada a las variaciones del ingreso.

Y aquí hay que relacionarlo con la inflación, decía un gran profesor que tuve que en realidad la economía es una ciencia de relaciones. El ingreso aumenta o disminuye? Para quiénes? Cómo varían los precios de los bienes inferiores y superiores y cómo ha variado el ingreso de los diferentes sectores sociales (ingresos altos, medios o bajos) a lo largo estos años de pospandemia y aceleración de la inflación?

El abanico es enorme, la realidad es hoy en nuestro país sumamente diversa. Tenemos una parte de la sociedad que corre de atrás a la inflación, desde jubilados hasta trabajadores con ingresos bajos que son consumidores de bienes inferiores con limitaciones importantes; hasta sectores de altos ingresos sobre los cuales la inflación tiene un impacto mucho menor y mantienen sus consumos. La clave, a nuestro modesto entender está en la franja de ingresos medios que son una parte importante de la población.

Precisamente en esa franja han surgido fenómenos nuevos que apenas están empezando a ser visualizados por la economía tradicional. Desde psicólogos que atienden por redes (zoom, whatsapp, etc.) hasta programadores, profesores de idiomas extranjeros, diseñadores, ingenieros calculistas, yoga, meditación, clases de apoyo escolar, consultorías de todo tipo y la lista crece día a día. La economía en negro crece sin pausa y a los organismos oficiales les cuesta cada vez más registrarla (pagos en criptmonedas o PayPal además de cuentas en Uruguay o MercadoPago), lo novedoso de este fenómeno es que alimentan todo esto los sectores de ingresos medios. Ya la “informalidad” no es únicamente el refugio de sectores sociales que viven en la pobreza o que iniciaron una actividad económica en negro con la indemnización del retiro voluntario, así como cambia el mundo la economía debe renovar su visión de la sociedad y sus instrumentos de análisis, es un nuevo desafío.

Para esa franja media la cena fuera de su casa o las entradas para ir al recital constituyen bienes superiores, no es sólo “consumo revancha” de la pospandemia, si lo fuera la inflación ya habría liquidado esos consumos, sucede algo más que recién empezamos a visualizar y que habrá que conceptualizar en sus alcances y también en sus límites.

Ahondando en esta última cuestión… Puede ese sector con sus consumos sostener la economía de un país frente a una inflación del 100%? Durante cuánto tiempo? Puede el Estado registrar a ese sector para recaudar impuestos y reducir el déficit fiscal? Si así fuera esa franja seguiría tan pujante como aparenta serlo hoy o sólo puede funcionar en negro? Pensemos que sólo en la parte registrada la economía del conocimiento aporta 6.400 millones de dólares en exportaciones, solamente la soja la supera y la industria automotriz también.

Como contraejemplo –y de los más lamentables- podemos mencionar el caso del narcotráfico, mientras el tercer mundo sufría la crisis de la deuda en la década del 80 en la Colombia de aquella época tal crisis no se sentía. Las autoridades deberían tomar esto en cuenta para que el negocio del narco no sirva hoy como paliativo para una franja empobrecida de la población frente a una economía en crisis.

Puede parecer superfluo reflexionar sobre estas cuestiones cuando hay problemas tan urgentes para solucionar, más aún en un año electoral; sin embargo es necesario entender estos procesos para tomar las decisiones adecuadas en un contexto tan difícil, no podemos escapar a lo nuevo que aparece, ya aprendimos con la pandemia reciente que esconder la cabeza o “patearlo para adelante” es absolutamente inútil, lo que se dice una batalla perdida. El futuro en algún momento nos alcanza, y eso ya está sucediendo.

* Asesor de empresas